Tomás.
Va ya para 10 meses
de aquella “tarde tonta”. La tarde en la que al volver a casa encontré el
llanto de mi hijo, la cara desencajada de mi madre y mi padre echado en su cama…
Una ambulancia que
llega tarde porque se ha perdido, una doctora a falta de humanidad y unos
señores custodiando una habitación durante horas. Hasta que llegó el forense.
Así te llevaron. Y todavía no has vuelto.
No has vuelto para cuidar
de tu nieto y tocarle el rabel. Ni para bromear con tu mujer y tomar juntos el
café. No has vuelto a escribir correos a tu hijo ni a llamarlo por teléfono.
No ha habido más
discusiones con tu hija, pero tampoco esas grandes conversaciones.
No te sientas frente
al ordenador ni escribes en tu diario.
“Es preferible reír
que llorar, y así la vida se debe tomar, los ratos buenos hay que aprovechar, si
fueron malos mejor olvidar”... Ya no tarareas ninguna canción.
Te llevaron… y no te
dejaron quedarte un poco más, para seguir en esta vida, de la que tanto te
costaba tirar.
Así funciona el
sinsentido de esta película con un final de mierda.
Te echamos de menos,
papá.
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