De tristezas y utopías...

Soy melancólica... lo reconozco y, la verdad, me gusta. Pero ser melancólica no significa que la vida sea un cúmulo de tristezas, o que la felicidad no esté a mi alcance. Es mi sensación particular. Me gusta esa melancolía para disfrutarla, porque son esos momentos los que me hacen reaccionar, y me enseñan. A no perder esperanzas y a valorar todo lo bueno, por ejemplo. Sólo tengo que bajar un poco, pero no al fondo, para volver a subir con energías renovadas. Y eso no está tan mal, al menos para mí. Por eso este blog tiene cierto sentido. Por eso fue un error eliminar todos los demás, o borrar esas entradas que perdieron su significado con el tiempo... No tengo intenciones de volver a hacerlo. Porque las palabras no lo explican todo. Tampoco necesito justificarlas. El ser humano es esencialmente contradictorio, y yo no iba a ser menos.

La medida del tiempo es relativa... y aunque los días se van y parece que no han supuesto ningún cambio, echo la vista atrás estos últimos meses y resulta que hay más de uno. Pero en su momento han pasado desapercibidos, o si no lo han hecho no les di la importancia oportuna, por eso he descolgado el blog, o quizás es que no he tenido tiempo, o mejor dicho, ganas, para pararme a escribir. Tengo tanto que hacer que no sé por donde empezar (será por eso que no empiezo)... El trabajo me ha tenido entretenida, y las oposiciones... esas que iba a comenzar a preparar en octubre y cuando quise hacerlo ya era mayo... pero ocupan mi cabeza más que mis acciones, sólo agobian, porque están ahí. Me faltan muchas horas que dedicarles y no me quedan. Me paso los fines de semana divirtiéndome como si tuviera 20 años... Me encanta, pero es agotador. Y no es compatible con estudiar, ya no. Últimamente todo pasa muy rápido, como algunas personas por mi vida. Y estoy intranquila, la sensación de vértigo