Y no entiendo los sueños, ni por qué me despierto asustada en mitad de la noche. No sé bien lo que algunas personas pintan por mi cabeza, ni qué hago cotilleando la red social de quién no debo. También desconozco si estamos bien juntos. Ni por qué de repente toda la música me acompaña... Gijón da para bastante, por lo menos para reflexionar sobre qué estoy haciendo yo aquí, y para recordar otros momentos, que parecían merecer la pena, pero sólo eran eso, momentos. Gijón me recuerda una parte buena, la sugestionable, la de los años dulcificados. He recordado, y me ha gustado recordar... Por eso dejo de lado las comparaciones. Gijón me lleva a Valladolid, y Valladolid a Salamanca... Son curiosos los recuerdos, que se van encadenando... hasta parecer que no lo son, hasta no tener que ver con nadie, sólo con las sensaciones, las mejores, aquellas que superan la realidad para convertirse en ficción, o eso necesito creer... Qué mierda crecer, y no saber querer(se)... siempre esperando a ser...
Quizá la mayor facultad que posee nuestra mente sea la capacidad de sobrellevar el dolor. El pensamiento clásico nos enseña las cuatro puertas de la mente, por las que cada uno pasa según sus necesidades. La primera puerta es la puerta del sueño. El sueño nos ofrece un refugio del mundo y de todo su dolor. El sueño marca el paso del tiempo y nos proporciona distancia de las cosas que nos han hecho daño. Cuando una persona resulta herida, suele perder el conocimiento. Y cuando alguien recibe una noticia traumática, suele desvanecerse o desmayarse. Así es como la mente se protege del dolor: pasando la primera puerta. La segunda es la puerta del olvido. Algunas heridas son demasiado profundas para curarse, o para curarse deprisa. Además, muchos recuerdos son dolorosos, y no hay curación posible. El dicho de que “el tiempo lo cura todo” es falso. El tiempo cura la mayoría de las heridas. El resto están escondidas detrás de esa puerta. La tercera es la puerta de la locura. A veces, la...
Y pasa para todos... Cuando estaba en el instituto me preguntaron, en uno de esos test psicológicos que te hacen antes de ir a la Universidad, dónde me veía dentro de diez años, yo contesté que prefería no mirar... Hoy han pasado más de diez, y no me lo creo, no lo podré creer nunca. He llegado hasta aquí casi sin pensarlo, dejando que el tiempo se sucediera sin entender lo terriblemente rápido que pasa... tengo la sensación de que hay momentos que van a regresar, porque no puedo asumir que se hayan esfumado ya, para siempre. Recuerdo mis años de universidad en Valladolid como si los hubiera vivido hace dos días, como si quedara mucho por pasar. Me veo volviendo a la residencia, pensando en terminar la carrera... me veo en demasiadas situaciones diferentes, que siguen incompletas, y ya nunca existirán. Cuando las cosas llegan a su final, cuando una etapa se acaba para siempre, la mayoría de las veces no nos damos cuenta de lo que eso significa. No aceptamos, al menos yo no lo hago...
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